Los alumnos de 1º A y 1º B visitaron el Teatro de la Ribera (Av. Pedro de Mendoza 1821, La Boca), integrante del Complejo Teatral de Buenos Aires (GCBA). Allí presenciaron la obra “Babilonia, una hora entre criados”, de Armando Discépolo, en el marco de la materia Lengua y Literatura, dictada por la prof. Mirta Cuño.
La obra
La historia transcurre en una casa de “nuevos ricos” de Buenos Aires, durante la segunda década del siglo XX. Un grupo de criados inmigrantes y un mucamo criollo atienden en la fiesta de compromiso de la hija de los dueños. En el transcurso de la noche, se van revelando, en el sótano donde se desarrolla la acción, diferencias, enfrentamientos, secretos, miedos, trampas, coqueteos, traiciones y demostraciones de lealtad entre los sirvientes. Todos ellos trabajan hasta el agotamiento y luchan por salir de ese sótano o, al menos, por conservar sus puestos a cualquier precio.
Babilonia es un clásico del “grotesco criollo” y fue estrenada en 1925.
El autor
“Grotesco es el arte de llegar a lo cómico a través de lo dramático”. Así definía Armando Discépolo a ese nuevo género que supo crear y que se convertiría en la primera y más auténtica expresión del teatro nacional. Ambientes y personajes cotidianos de una Buenos Aires signada por la inmigración, la desigualdad y la pobreza. Una dramaturgia singular que, rompiendo con el naturalismo que venía exhibiendo la escena de las primeras décadas del siglo, conjuga lo hilarante y lo cruel, lo absurdo y lo cotidiano.
Armando Discépolo nació en 1887 en pleno centro de Buenos Aires: Corrientes y Paraná. Siendo muy joven se inició como actor pero pronto descubrió que no tenía paciencia para repetir un personaje o una situación durante cincuenta noches y prefirió orientar su trabajo a la dirección y la escritura dramática. En 1910 el gran actor Pablo Podestá se interesó por su primera obra, Entre el hierro, que estrenó con gran éxito dirigido por el propio Discépolo. Desde entonces concibió una treintena de obras, algunas escritas en colaboración con su hermano Enrique Santos (El organito, 1925), con Federico Martens y Francisco Payá (El Patio de las flores, 1915), y Rafael de Rosa y Mario Folco (El novio de mamá, 1914; Conservatorio la Armonía, 1917, entre otras). Pero los títulos fundamentales de su producción son los que fundaron el “grotesco criollo”: Mateo (1923), Giácomo (1924), Stéfano (1928), Cremona (1932) y Relojero (1934).
Después de esta última pieza, no volvió a escribir y se dedicó por entero a la dirección: eligió obras de Payró, Tolstoi, Chéjov, Bernard Shaw y Shakespeare y dirigió a los mejores actores de su tiempo. Murió el 8 de enero de 1971, a los 83 años, en plena actividad.
Alguien dijo que “Discépolo nos habla de lo que somos y somos como los personajes de Discépolo”. Tal vez sea la mejor síntesis de la significación de su teatro.
El director
Roberto Mosca, quien dirige la puesta en el Teatro de la Ribera, afirma: “Si queremos establecer el ser nacional, basta con concurrir a las tradicionales y coloridas reuniones de las ferias de las comunidades, donde se dan cita hombres y mujeres de todas las latitudes que, en un encuentro de hermandad con los pueblos originarios, realizaron, realizan y realizarán el sueño argentino. Esta Babilonia de Don Armando Discépolo sintetiza en clave escénica el nacimiento y desarrollo de nuestra sociedad, ricamente compuesta por hábitos, usos y costumbres tan diversas, pero que pudieron articularse armónicamente.
No obstante esta integración no ha sido fácil para quienes la realizaron. Se trataba de individuos que, presionados por sus realidades existenciales, buscaron nuevos horizontes con sus correlatos de desarraigo, nostalgia y esa sensación tan singular que los gallegos expresaron a través del vocablo morriña. En mi condición de inmigrante, actuar y dirigir esta obra adquiere una especial connotación, en razón del vínculo humano y afectivo con cada uno de los personajes tan lúcidamente recreados por Don Armando.
Aspiro a que esta puesta pueda ser un homenaje a todos los que tuvieron y tienen que abandonar sus tierras de origen y que hoy conforman esta realidad nuestra.”
Fuente: Babilonia de Armando Discépolo (GCBA)
La historia transcurre en una casa de “nuevos ricos” de Buenos Aires, durante la segunda década del siglo XX. Un grupo de criados inmigrantes y un mucamo criollo atienden en la fiesta de compromiso de la hija de los dueños. En el transcurso de la noche, se van revelando, en el sótano donde se desarrolla la acción, diferencias, enfrentamientos, secretos, miedos, trampas, coqueteos, traiciones y demostraciones de lealtad entre los sirvientes. Todos ellos trabajan hasta el agotamiento y luchan por salir de ese sótano o, al menos, por conservar sus puestos a cualquier precio.
Babilonia es un clásico del “grotesco criollo” y fue estrenada en 1925.
El autor
“Grotesco es el arte de llegar a lo cómico a través de lo dramático”. Así definía Armando Discépolo a ese nuevo género que supo crear y que se convertiría en la primera y más auténtica expresión del teatro nacional. Ambientes y personajes cotidianos de una Buenos Aires signada por la inmigración, la desigualdad y la pobreza. Una dramaturgia singular que, rompiendo con el naturalismo que venía exhibiendo la escena de las primeras décadas del siglo, conjuga lo hilarante y lo cruel, lo absurdo y lo cotidiano.
Armando Discépolo nació en 1887 en pleno centro de Buenos Aires: Corrientes y Paraná. Siendo muy joven se inició como actor pero pronto descubrió que no tenía paciencia para repetir un personaje o una situación durante cincuenta noches y prefirió orientar su trabajo a la dirección y la escritura dramática. En 1910 el gran actor Pablo Podestá se interesó por su primera obra, Entre el hierro, que estrenó con gran éxito dirigido por el propio Discépolo. Desde entonces concibió una treintena de obras, algunas escritas en colaboración con su hermano Enrique Santos (El organito, 1925), con Federico Martens y Francisco Payá (El Patio de las flores, 1915), y Rafael de Rosa y Mario Folco (El novio de mamá, 1914; Conservatorio la Armonía, 1917, entre otras). Pero los títulos fundamentales de su producción son los que fundaron el “grotesco criollo”: Mateo (1923), Giácomo (1924), Stéfano (1928), Cremona (1932) y Relojero (1934).
Después de esta última pieza, no volvió a escribir y se dedicó por entero a la dirección: eligió obras de Payró, Tolstoi, Chéjov, Bernard Shaw y Shakespeare y dirigió a los mejores actores de su tiempo. Murió el 8 de enero de 1971, a los 83 años, en plena actividad.
Alguien dijo que “Discépolo nos habla de lo que somos y somos como los personajes de Discépolo”. Tal vez sea la mejor síntesis de la significación de su teatro.
El director
Roberto Mosca, quien dirige la puesta en el Teatro de la Ribera, afirma: “Si queremos establecer el ser nacional, basta con concurrir a las tradicionales y coloridas reuniones de las ferias de las comunidades, donde se dan cita hombres y mujeres de todas las latitudes que, en un encuentro de hermandad con los pueblos originarios, realizaron, realizan y realizarán el sueño argentino. Esta Babilonia de Don Armando Discépolo sintetiza en clave escénica el nacimiento y desarrollo de nuestra sociedad, ricamente compuesta por hábitos, usos y costumbres tan diversas, pero que pudieron articularse armónicamente.
No obstante esta integración no ha sido fácil para quienes la realizaron. Se trataba de individuos que, presionados por sus realidades existenciales, buscaron nuevos horizontes con sus correlatos de desarraigo, nostalgia y esa sensación tan singular que los gallegos expresaron a través del vocablo morriña. En mi condición de inmigrante, actuar y dirigir esta obra adquiere una especial connotación, en razón del vínculo humano y afectivo con cada uno de los personajes tan lúcidamente recreados por Don Armando.
Aspiro a que esta puesta pueda ser un homenaje a todos los que tuvieron y tienen que abandonar sus tierras de origen y que hoy conforman esta realidad nuestra.”
Fuente: Babilonia de Armando Discépolo (GCBA)