miércoles, 17 de junio de 2009

Ciencia y Ética




La Ética en la Ciencia… ¿o la Ciencia en la Ética?
Por Lic. Cecilia García
Asistente de laboratorio de Físicoquímica



La vinculación entre ciencia y ética se nos presenta hoy de manera problemática. Las innovaciones científico tecnológicas afectan profundamente nuestra forma de vida y nuestra organización social. Inmersos en estos cambios, en plena transición, buscamos pautas que nos guíen. Podemos asociar esta búsqueda de pautas con las demandas éticas que circulan en nuestra sociedad.
Una asentada tradición establece que la ciencia consiste en “la búsqueda del conocimiento por el conocimiento mismo”, una búsqueda desinteresada que se rige por un único valor: la verdad. Según esta concepción, las cuestiones éticas sólo surgen cuando los conocimientos científicos son aplicados en la sociedad. Pero tales aplicaciones responderían a decisiones ajenas al ámbito científico, serían tomadas por los “poseedores del poder” (político, económico, militar, etc.), quienes determinan cuáles deberían ser los usos sociales de los conocimientos que la ciencia ha producido. Y serían esos usos los que provocarían ciertos daños, que generarían demandas éticas. Por consiguiente, sostiene esta concepción que ni la ciencia ni los científicos poseen responsabilidad alguna en tales perjuicios, ya que no son los encargados de decidir acerca de las aplicaciones del conocimiento.
Indudablemente, el desarrollo científico nos ha proporcionado enormes beneficios, como la cura de enfermedades, el alivio del dolor, los transportes y las comunicaciones por nombrar sólo algunos. Pero a esto se opone una oscura contracara, de la que bastaría con mencionar la situación ecológica planetaria. La realización de la “racionalidad científica” se ha dado trayendo no sólo seguridad y confortabilidad, sino también sufrimiento y dolor. Sin embargo, de acuerdo a la tradición mencionada, estos efectos negativos, no serían en realidad resultado de la ciencia, sino de su “mal uso”.


Ahora bien, si la ciencia constituye una actividad social, que afecta profundamente nuestras relaciones y nuestra manera de ser, ¿puede desentenderse de las relaciones sociales en las que está inmersa y excluir las cuestiones éticas de su campo de preocupaciones?
Pensemos en un ejemplo que quizás ayude a aclara el panorama. Tras el redescubrimiento de las leyes de la herencia formuladas por Mendel, muchos científicos que creían que las capacidades intelectuales eran hereditarias, buscaron dar crédito a sus ideas. En varios países del hemisferio norte, algunos genetistas muy reconocidos argumentaban que era su deber impedir la proliferación de de “razas” que consideraban inferiores, o personas que ellos creían deficientes, para así, “evitar la destrucción de la cultura europea”. Al inicio del siglo XX las revistas científicas de Alemania, como la Revista de Antropología Política, y los Archivos de Raciología y Biología Social, se encontraban plagadas de publicaciones de experimentos que intentaban demostrar científicamente la “inferioridad de ciertas razas”. En la Alemania nazi del 30, estas ideas alcanzaron su máxima perversión. Los genetistas, basándose en la “verdad científica” de que las diferencias entre seres humanos tenían una base biológica, que había seres superiores e inferiores y no debía existir igualdad jurídica entre ellos, contribuyeron desde su lugar, a una de las masacres mas aberrantes y dolorosas de la historia de la humanidad. ¿Podemos entonces seguir hablando de la ciencia como la búsqueda desinteresada de la “verdad”? (Vale aquí aclarar que lo que se presenta es sólo un breve recorte, el rol de la ciencia, de los múltiples factores e intereses que condujeron a los sucesos de la Alemania nazi.)
Afortunadamente, no todas las prácticas científicas han tenido fines tan perversos, pero cualquiera sea el caso, debemos tener presente que la ciencia es siempre una actividad humana, y como tal, plantea cuestiones éticas
Quizás, si la cuestión ética no pasa por establecer castigos o eludir responsabilidades, podría tratarse entonces de que en los procesos de decisión de la actividad científica, se integre la dimensión ética de las prácticas. No sólo con el fin de lograr adecuadamente los objetivos particulares de las investigaciones, sino también de respetar la igualdad y libertad de todos los involucrados, y reconociendo a los otros con una identidad y una historia.